A mí no me matan penas



A mí no me matan penas
mientras tenga el cuero sano,
venga el sol en el verano
y la escarcha en el invierno.
Si este mundo es un infierno
¿por qué afligirse el cristiano?


Yo no hablo por arrogancia
ni por tener señorío
sino porque soy bravío
dentro y fuera de la estancia.
Desde mi lejana infancia
no tengo noticias buenas
vivo arrastrando cadenas
a los ojos invisibles
y entre gentes insensibles
a mí no me matan penas.


El pellejo me han curtido
inclemencias, desengaños
de Cristo tengo los años
pero un siglo ya he vivido.
Pa’ todo soy atrevido
y de ser gaucho me ufano,
hasta en el confín lejano
que se le llama frontera
me arreglo en una tapera
mientras tenga el cuero sano.


Soy un gaucho que procura
convivir bien con su entorno
y sé aguantar el bochorno
como la helada más dura.
Lo que manda la natura
en contrariar no me afano,
sé que al sol con una mano
en la vida taparé
pero no me asusta que
venga el sol en el verano.


¡Adiós! digo a los pesares
cuando en problemas me veo
a mí mismo me guapeo
y así improviso cantares.
Soy cedazo de avatares
lo bueno y lo malo cierno,
afronto y no me consterno
aunque vengan con porfía
en verano la sequía
y la escarcha en el invierno.


Ante un reto no me apoco
mas miro para mi mal
que hay un odio general
en el hombre que está loco.
La sonrisa dura poco
y menos el mirar tierno,
nada en la vida es eterno
porque la tierra lo aborta
y a mí, muy poco me importa
si este mundo es un infierno.


Tras exquisitos modales
conque muchos nos responden
hasta su turno se esconden
enemistades mortales.
De los nobles animales
aún no aprende el humano,
yo, de la vida baquiano
opino aunque no les guste:
si hay tanto desbarajuste
¿por qué afligirse el cristiano?


* planta de José Hernández (Martín Fierro, c 1715)

© 2007 Luis Bárcena Giménez
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